XXIV
Mira mi reflejo desvanecerse
En la calle bajo la lluvia
Termino tu día de zozobra
La tarea quedo inconclusa
Y no hay más horas
Tiempo hirsuto para el llanto
Ni largas despedidas.
No demora en secarse el asfalto
Y volver el amanecer
Cumplido el lamento
Y terminado el sobresalto
Este solo será otro adiós
A tus manos a tu yo
Insipiente espasmo de un débil amor
Que no sobrevivió a los años
Y el olvido lo alcanzo!

XXV
Lo que escuchas es el silbido del viento
Recorriendo el espacio vacío
Que quedo entre tu vientre y mi vejiga
Otro es pasmo de tiempo sin vida
Una oscura zanja destinada al recuerdo
A tus besos y los momentos que copulábamos
Dando paso al olvido, que está tardando
En golpear a mi puerta y pasearse por la sala
Destilando silencio, apagando las ganas
Y enfriando tu lado de la cama.

XXVI
Doblábamos el tiempo
Para acercar los pliegues de distancia
Y juntarnos de tu vientre a mis ansias
De tu aroma caliente al soltarte las bragas
Hoy aquella fiebre se convierte en calma
Al restarle a la ecuación tu deseo inconsciente
Mañana será otro viernes sin poder acariciar tu alma
Y saborear complaciente tu feminidad
Solo espero que el sábado despierte
Fuera de seta jaula llamada recuerdo…

XXVII
¡Pregunta!
¿Por qué la demora?
Si no es la hora, adelanta tu itinerario
No mastiques la llaga y devora de una vez
El cuerpo del que se alimenta
Este maldito invierno de nada
¿Porque la demora?
¿Acaso aborreces el sabor amargo de mis venas?
¿No eres tú el comedor de carroña que se alimenta
De las sobras que quedan de una vida?
¿Cuál otra es la salida?
¿Por qué la demora?
No me digas que vienes con sed
¡Aquí no quedan lágrimas
Y el pellejo inservible que me recubre
Es lo único que aún vive!



XXVIII
Es momento de salir y romper la crisálida
A ver si en el espacio etéreo hay algún aroma distinto
Al de la carne pudriéndose lentamente sin remedio
Y a mí que más me da si menos tengo en la alforja
Ni saeta afilada ni cetro, tal pez un trozo de papel vacío
Sin mancha y sin macula en su cuerpo
Es lo único limpio en todo el vecindario
Ni mi alma ni mi silencio que esconden tormento
Y algunas horas de rabia que de tanto crepitar
No encontraron aposento ni salida de su encierro
Es momento de romper la crisálida
Frente al cristo de bronce colgado en la puerta
Porque el de el de carne y hueso
Sentado en su trono esta y no ha vuelto
Al marchito mundo de los mortales
Vestido de gloria mientras yo veo mis huesos
Pegados a la vida resistiendo el filo del tiempo
¡Es hora de romper la crisálida y que exhale su último aliento!

XXIX
Donde habitan las lágrimas de los muertos
¿En qué rincón de la cama anidan las penas?
Que ya no las siento murmurar ni sollozar
En medio de la noche en el silencio
¿Dónde está la alegría de los vivos
Que tampoco la advierto?
Entre las rendijas de las persianas
Tampoco en la sala o sobre el techo
Donde están las ganas que no las palpo
En la sombra ni a pleno sol
Menos en el invierno
¿Dónde está mi la pida tan deseada
Que no la encuentro?

XXX
Ruje muerte y sin miedo ven que te espero
No sentado tampoco corriendo
No temo verte esta hora, en que más te anhelo
Si tardas no importa aquí te espero
Taciturno como me recuerdo
Cada noche y cada día
Mientras la tinta lame al papel seco